La embajada de Clavijo a Samarcanda
González de Clavijo, el Marco Polo castellano
Un español, González de Clavijo, embajador del rey de Castilla, nos dejó una detallada descripción de la corte de Tamerlán a principios del siglo XV.
El embajador Ruy González de Clavijo
relató aquel viaje que realizó junto a otros súbditos del rey de
Castilla a la corte del casi legendario Tamerlán con el objetivo de
entablar relaciones diplomáticas. Su verdadero nombre era Temur, o Timur, que significaba “el hierro”,
aunque sus enemigos le llamaron Temur-i-lang, “el cojo”, pues
arrastraba ese achaque provocado por una herida de una flecha en su
pierna derecha cuando reñía sus primeros combates. Los occidentales
deformaron su nombre hasta convertirlo en el conocido por nosotros como
Tamerlán.
Tras su decisiva victoria en la batalla de Ankara contra los otomanos en 1402, su poder abarcaba desde el mar Egeo hasta el río Indo, y se le podía considerar, sin lugar a dudas, el señor de Asia.
Las fuentes constatan que hubo dos extranjeros que presenciaron in situ el gran enfrentamiento militar ocurrido entre el sultán otomano Bayecid I Yildirim, el Rayo, y Temur. Estos eran Payo Gómez de Sotomayor y Hernán Sánchez de Palazuelos, enviados por el rey Enrique III de Castilla para evaluar el poder de ambos contendientes y conocer sus planes políticos.
Esa valiosa información fue debidamente recibida por Castilla, pues
ambos embajadores regresaron a su tierra acompañados ahora por un embajador de Timur, llamado Mohamad Alcagi, a comienzos del año 1403. Parecía que el vencedor tártaro deseaba agradar a Enrique III y flotaba en ese contexto una inesperada alianza con el formidable guerrero asiático.
La embajada castellana
Temur no tenía especial interés en proseguir sus campañas hacia Occidente. Su objetivo principal era la conquista de China, y hacia allí dirigiría sus últimas energías. Mientras tanto, en Castilla se iniciaron los preparativos para una embajada que obtuviera esa alianza estratégica con los tártaros.
Del propio Clavijo se conoce poco, salvo que nació en Madrid en el seno de una familia noble, le gustaba ejercitar la poética y ostentaba ese importante cargo de camarero real, o mayor, uno de los más prestigiosos y lucrativos. Denotaba la absoluta confianza del monarca castellano hacia él. Los embajadores eran la personificación misma del reino al que representaban, y Clavijo cumpliría con creces su papel.
El largo camino hacia Oriente
La comitiva parte el 21 de mayo de 1403 de El Puerto de Santamaría y pasó por Cádiz y Málaga hasta llegar a las costas de las islas Baleares. De allí se dirigen al mar Tirreno, navegando por el estrecho de Mesina, donde casi naufragaron a causa de una tormenta. Los peligros del mar no les abandonaron, y cerca estuvieron de perecer en los acantilados de las costas de Morea, ya en la península del Peloponeso.
Más tarde alcanzaron Trebisonda y desde allí cruzaron parajes nevados hasta entrar en los dominios de Temur, en la ciudad de Erzingán.
A partir de ese momento, los peligros en los caminos para estos
embajadores desaparecieron, y en cada lugar, ciudad o aldea que
visitaron fueron agasajados y bien provistos ante cualquier
eventualidad. Este buen trato probaba el férreo control impuesto por Temur a sus súbditos, y, cuando era necesario, Alcagi hacía respetar rápidamente el nombre de su señor y la finalidad de aquella misión.
En el imperio de Temur
Más de un año después de partir de Cádiz llegarían a la gran urbe de Tabriz, antigua capital de los once kanes mongoles, situada en Persia. Y de allí proseguirían hasta Sultania, donde les recibió de manera amistosa uno de los hijos de Temur llamado Miran Shah, y Teherán.
La marcha continuaba, y los calores de aquellas latitudes hacían mella en el séquito. Páez y Gómez de Salazar enfermaron, al igual que algunos hombres de la escolta y un halcón gerifalte, que murió. Poco a poco se acercaban a su objetivo, ayudados por el eficaz servicio de postas y caballos descansados que poblaba todo el imperio de Temur. En cualquier caso, el clima extremo siguió mortificando a la embajada, y Salazar no pudo aguantar más. Falleció el 26 de julio en Nisapur, en el Irán actual.
La comitiva no se detuvo, y a finales de agosto alcanzó la ciudad natal de Temur, Kesh. En septiembre divisarían la capital del imperio más poderoso de Asia, Samarcanda, objetivo de todo el viaje. Habían tardado un año, tres meses y un día en llegar hasta allí.
Samarcanda era una de las maravillas de su tiempo;
el color azul, el favorito de los tártaros, aparecía en muchas fachadas
de palacetes y casas señoriales. Las mezquitas y sus cúpulas eran
grandiosas, y algunos jardines rivalizaban con los de la antigua
Mesopotamia.
El fin de un propósito
Este brusco final a la embajada de Clavijo –los tártaros adujeron mala salud de su señor– sorprendió a todos, e impidió que se consiguiera un tratado o alianza práctica con Temur, algo, por otro lado, casi imposible, por cultura, lejanía y objetivos divergentes de ambos poderes.
Este texto se basa en un artículo publicado en el número 590 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.
Tras su decisiva victoria en la batalla de Ankara contra los otomanos en 1402, su poder abarcaba desde el mar Egeo hasta el río Indo, y se le podía considerar, sin lugar a dudas, el señor de Asia.
Las fuentes constatan que hubo dos extranjeros que presenciaron in situ el gran enfrentamiento militar ocurrido entre el sultán otomano Bayecid I Yildirim, el Rayo, y Temur. Estos eran Payo Gómez de Sotomayor y Hernán Sánchez de Palazuelos, enviados por el rey Enrique III de Castilla para evaluar el poder de ambos contendientes y conocer sus planes políticos.
La embajada castellana
Temur no tenía especial interés en proseguir sus campañas hacia Occidente. Su objetivo principal era la conquista de China, y hacia allí dirigiría sus últimas energías. Mientras tanto, en Castilla se iniciaron los preparativos para una embajada que obtuviera esa alianza estratégica con los tártaros.
Se sabe muy poco de González de Clavijo, salvo que nació en Madrid en el seno de una familia noble y que ostentaba importante cargo de camarero real.En la localidad del Puerto de Santamaría comenzó este periplo, con tres miembros principales: Ruy González de Clavijo, camarero real; fray Alonso Páez, maestro de Teología de la orden de los Predicadores; y Gómez de Salazar, guarda real y jefe de la escolta (compuesta por catorce hombres) que custodiaba las ofrendas para Tamerlán, tales como telas de escarlata, objetos de plata y los muy apreciados halcones gerifaltes. Les acompañaba, de vuelta a sus tierras, Alcagi, hombre que había impresionado por su vasta cultura.
Del propio Clavijo se conoce poco, salvo que nació en Madrid en el seno de una familia noble, le gustaba ejercitar la poética y ostentaba ese importante cargo de camarero real, o mayor, uno de los más prestigiosos y lucrativos. Denotaba la absoluta confianza del monarca castellano hacia él. Los embajadores eran la personificación misma del reino al que representaban, y Clavijo cumpliría con creces su papel.
La comitiva parte el 21 de mayo de 1403 de El Puerto de Santamaría y pasó por Cádiz y Málaga hasta llegar a las costas de las islas Baleares. De allí se dirigen al mar Tirreno, navegando por el estrecho de Mesina, donde casi naufragaron a causa de una tormenta. Los peligros del mar no les abandonaron, y cerca estuvieron de perecer en los acantilados de las costas de Morea, ya en la península del Peloponeso.
Más de un año después de partir de Cádiz llegarían a la gran urbe de Tabriz, antigua capital de los once kanes mongoles, situada en Persia.Su siguiente escala fue la isla de Rodas, custodiada por los hospitalarios. Allí tuvieron noticias de la sumisión del sultán mameluco de Egipto a Temur y de la inestabilidad del territorio turco, lo que desaconsejaba desembarcar en la zona. Ante ese peligro latente, siguieron en la mar y pusieron rumbo hacia el estrecho de los Dardanelos. A finales de octubre anclaron frente a Constantinopla, y poco después fueron recibidos por Manuel II en su palacio. Clavijo relata sus visitas durante días a monumentos como la iglesia de Santa Sofía o el antiguo hipódromo.
En el imperio de Temur
Más de un año después de partir de Cádiz llegarían a la gran urbe de Tabriz, antigua capital de los once kanes mongoles, situada en Persia. Y de allí proseguirían hasta Sultania, donde les recibió de manera amistosa uno de los hijos de Temur llamado Miran Shah, y Teherán.
La marcha continuaba, y los calores de aquellas latitudes hacían mella en el séquito. Páez y Gómez de Salazar enfermaron, al igual que algunos hombres de la escolta y un halcón gerifalte, que murió. Poco a poco se acercaban a su objetivo, ayudados por el eficaz servicio de postas y caballos descansados que poblaba todo el imperio de Temur. En cualquier caso, el clima extremo siguió mortificando a la embajada, y Salazar no pudo aguantar más. Falleció el 26 de julio en Nisapur, en el Irán actual.
La comitiva no se detuvo, y a finales de agosto alcanzó la ciudad natal de Temur, Kesh. En septiembre divisarían la capital del imperio más poderoso de Asia, Samarcanda, objetivo de todo el viaje. Habían tardado un año, tres meses y un día en llegar hasta allí.
El gran Tamerlán no prestó mucha atención a la embajada, pero le agradaron mucho los regalos de los castellanos.Al poco de llegar, los embajadores fueron recibidos por el gran Temur. El gran rey no les prestó mucha atención, pero le agradaron mucho los regalos de los castellanos. Temur, a pesar de algún otro intento castellano, no les volvió a conceder audiencia. Estaba preparando en secreto la inminente campaña contra China, su objetivo final y más deseado. Por ese motivo, todos los embajadores extranjeros recibieron el 17 de noviembre un mensaje en el que se les pedía que abandonaran Samarcanda al día siguiente.
El fin de un propósito
Este brusco final a la embajada de Clavijo –los tártaros adujeron mala salud de su señor– sorprendió a todos, e impidió que se consiguiera un tratado o alianza práctica con Temur, algo, por otro lado, casi imposible, por cultura, lejanía y objetivos divergentes de ambos poderes.
Era casi imposible por cultura, lejanía y objetivos políticos divergentes que se llegara a una alianza práctica entre Temur y la monarquía castellana.En su vuelta hacia Castilla, los embajadores tuvieron un grave problema: la muerte de Temur en marzo de 1405. Eso llevó al desmembramiento de su imperio y a luchas sucesorias entre sus herederos. Al final, y tras muchas dificultades y destinos visitados –entre los que destaca su reunión con el papa Luna, Benedicto XIII, en Savona–, llegaron a Sanlúcar de Barrameda, y desde allí fueron a encontrarse con su rey en Alcalá de Henares el 24 de marzo de 1406, es decir, dos años, diez meses y seis días desde su partida.
Este texto se basa en un artículo publicado en el número 590 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.
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Enrique III, amigo de enviar embajadas a otros países, había encomendado a los caballeros Payo Gómez de Sotomayor y Hernán Sánchez de Palazuelos estar presentes en la batalla de Angora. A pesar de haber sido enviados a la corte turca, aquellos caballeros fueron muy bien acogidos por el vencedor, que los colmó de atenciones y los hizo acompañar en su viaje de regreso por un tal Mohamed Alcagi con una carta para el rey de Castilla, apodado el Doliente, y numerosos regalos, entre los que cabe destacar a tres esclavas greco-húngaras que terminarían desposándose con hidalgos españoles.
Enrique III decidió entonces enviar, acompañando a Mohamed Alcagi en su viaje de regreso a tierras timúridas, a su camarero real, González de Clavijo, como embajador a Samarcanda, portando una carta suya para Tamerlán. El 21 de mayo de 1403 embarcó en Puerto de Santa María una comitiva de una docena de hombres, entre los que se encontraban, además del citado Clavijo, fray Alonso Páez de Santamaría, Gómez de Salazar, que moriría en el viaje, y Alfonso Fernández de Mesa. El trayecto que siguieron atravesó por mar todo el Mediterráneo, cruzó el Bósforo y llegó hasta Trebisonda, el puerto más oriental del mar Negro, donde, el 11 de abril de 1404, comenzó el viaje por tierra, que les llevaría a visitar las ciudades de Arzinjan, Erzurum, Aunique, Khoy, Tabriz, Sultaniyah, Teheran, Mamogan, Andkhuy, Valque, Termes, Kesh y, finalmente, Samarcanda, adonde llegaron el 8 de septiembre de 1404.
La crónica de Clavijo no solamente describe con gran detalle el viaje en sí, los lugares y ciudades por los que pasó, sino que constituye un documento de gran interés histórico sobre Tamerlán y su entorno. Son de destacar las minuciosas descripciones de algunas ciudades, en particular la Constantinopla todavía cristiana, y la de Calmarín, al pie del monte Ararat, en Armenia, en cuyos lomos sitúa los restos del Arca de Noé, y de la que afirma fue la primera ciudad construida en el mundo tras el Diluvio Universal. Su relato es el único testimonio europeo del lujo de la corte timúrida y base de la leyenda de Samarcanda. Será un placer detallarlo en mi próxima entrega. ¡No se lo pierdan!
Para dimes y diretes: seivane@seivane.net
Escucha aquí mis ‘Crónicas de un nómada’ en Radio 5 (RNE)
Para profundizar en el conocimiento de Samarcanda y otros lugares de Asia Central, recomiendo leer ‘Viaje al Silencio’ (Alianza Bolsillo)
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