Novela policiaca española: detectives de pata negra
Este género negro apuesta por acercarse cada vez más a la realidad normalizando y humanizando a sus protagonistas
Actualizado:Es noche cerrada, sí, pero la sempiterna botella de whisky de Philip Marlowe ha desaparecido y no hay ni rastro de las humeantes colillas de Sam Spade. Será que no estamos en un bar de Los Ángeles, sino en una cafetería anodina en el centro de Barcelona. O, quién sabe, bajo la lluvia torrencial del Valle de Baztán. O, mejor aún, en el ascensor de un edificio cualquiera de Madrid. ¿El cadáver? No andará lejos. Siempre hay uno, así que solo es cuestión de tiempo.
Solo que el crimen, en este caso, no es un crimen, sino un misterio. ¿Existe un detective de ficción pata negra? ¿Se pueden detectar factores que acentúen la singularidad de la novela negra hecha aquí y, sobre todo, potencien los rasgos de sus sufridos protagonistas? «Todos tienen su propia personalidad compleja, y se mueven en el mundo con poca conformidad, están más de parte del débil que de la ley pura y dura», explica Alicia Giménez Bartlett, creadora de la inspectora de policía Petra Delicado y dama negra por excelencia del género.
Buena jugada pero, ¿cómo resolverían ellos mismos este misterio? Veamos: la Amaia Salazar de Dolores Redondo repasaría mentalmente lo aprendido en Cuántico; Petra Delicado trataría de hallar el requiebro irónico del asunto; el sargento Bevilacqua de Lorenzo Silva echaría mano de su legendario pragmatismo; el Diego Cañas de Andreu Martín maldeciría su suerte y a sus superiores...
Nuevos tiempos exigen nuevas maneras de narrar y de investigar
Porque, en efecto, la familia crece, los hijos literarios de Manuel Vázquez Montalbán y Francisco González Ledesma han alumbrado nueva descendencia y la prole no hace más que crecer y alejarse de los referentes más icónicos del género. Adiós, Chandler. Hasta la vista, Hammet.
Nuevos tiempos exigen nuevas maneras de narrar y, cómo no, de investigar. Y, casi siempre, con placa. «La investigación “made in Spain” la realizan más a pie de calle, mezclándose con la gente, conversando frente a una cerveza y unas aceitunas. Su carácter mediterráneo los hace más sociables, abiertos al exterior. La soledad no les pesa tanto, son menos huraños, menos atormentados», explica la editora Anik Lapoint, responsable de la serie negra de RBA.
«Los crímenes no son los mismos, así que tampoco lo pueden ser sus investigadores», señala Lorenzo Silva, capo detutti capi actual de la novela negra española y creador de la pareja de guardias civiles Bevilacqua y Chamorro. «El primero que tuvo el coraje de sacudirse los complejos fue García Pavón. Él es el precursor, con su policía municipal y sus crímenes de pueblo», explica Silva, para quien arrimarse cada vez más a la realidad ha sido determinante a la hora de configurar un universo detectivesco creíble.
Nuevos héroes
«Antes nos acercábamos a la novela policial con una barra de seguridad que a veces ponía la propia policía, y el resultado era bastante irreal. Ahora, en cambio, lees una novela como la de Dolores Redondo y te das cuenta de que detrás hay un grandísimo trabajo de documentación», añade Andreu Martín, uno de los primeros que se atrevió en darle en protagonismo a un policía con su novela «A navajazos». «Vi mucho rechazo», asegura.«La normalización pasa por dejar de ver a la policía como una fuerza oscura»
Incluso autores como Teresa Solana reconocen que se animaron a crear sus personajes tras ver cómo Silva había transformado en «héroes» a sus guardias civiles. «También influye que la propia policía se haya abierto más y se haya vuelto más permeable a los autores», añade Martí.
Casi todos coinciden en señalar que, además de humanizar la figura del policía, la tendencia es enriquecer aún más la dimensión personal de sus personajes. Convertirlos en personas normales con sus conflictos a cuestas y sus problemas aguardando pacientemente en casa. «A cierta edad, cualquier persona, ya sea policía o periodista, acumula un historial de pérdidas y decepciones», señala Hill. «Hacerlo de otra manera sería caer en la caricatura», sentencia Martín.
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